
Antes de terminar su carrera, el departamento de geología de la universidad ya le había conseguido un contrato por cuatro años con una empresa minera en Moquegua. Ellos se habían encargado de todos los detalles y condiciones las cuales Pavel había aceptado. El sueldo era jugoso. Para moverse con toda la familia de Checoslovaquia a Moquegua no podía ser de otra manera.
Llegó el día de la travesía y la familia estaba lista. Las maletas estaban cerradas, los niños en sus respectivos coches, con sus respectivos maletines cargados de pañales, alimento, biberones, juguetes y toda la parafernalia necesaria para un largo viaje de más de 30 horas. Un DC-8 de esa época no podía llegar directo de Europa al Perú. Debían hacer escala en Barcelona, Tenerife, Caracas y Quito, antes de aterrizar en el Jorge Chávez. Para que una vez pisando suelo peruano, tomen un bus con rumbo a Moquegua, unas 18 horas más de viaje. Allí se hospedarían en un hostal en el centro de la ciudad y el día siguiente una camioneta rural llevaría a toda la familia Kapek al campamento minero, donde sería su residencia formal por los siguientes 4 años.
Antes de salir al aeropuerto, reciben una llamada de la abuela de Diana. Les pedía que en el camino pasen por su casa a recoger un paquete. Debían desviarse unos kilómetros de la ruta, pero la palabra de la abuela Luna (originaria de Irznik, Turquía) era ley.
La abuela les entregó una caja envuelta en una tela color celeste oscuro, con unos bordados en azul, y les dijo que no la podían abrir hasta subir al avión.
Todo el proceso de embarque se hizo bastante tedioso, dos niños de esas edades no ayudan mucho. Además la carga mental del tipo de viaje que estaban por emprender es un peso tan grande como el de las maletas que también afecta el desempeño psicomotor normal de las personas. Pero finalmente luego de los tramites de embarque y pasar todos los controles necesarios la familia entera se vio sentada en el avión esperando el despegue.
Una vez el avión estaba en el aire la pareja de esposos se miraron y entendieron que era el momento de abrir el paquete de la abuela. Desanudaron con mucho cuidado el hermoso pañuelo bordado y encontraron dentro una caja de cartón. La abrieron, había casi medio kilo de mazapanes, receta de la abuela obviamente. Los comieron y sonrieron. hasta la pequeña Corina pudo masticar un poco de ese deliciosos manjar, cargado además de todo el amor de abuela, de historia y sabiduría. Volvieron a anudar el pañuelo, lo guardaron en uno de los bolsos que traían y se durmieron esperando ser despertados en la próxima parada de repostaje de gasolina, o hasta que alguno de los pequeños lo dictamine.
Luego de horas interminables de travesía, la familia Kapek llegó al hostal en Moquegua. estaba

La mañana siguiente sonó el teléfono. Diana contestó. era la esposa del gerente. Esta vez en un ingles muy educado les dio la bienvenida y les comentó que a su llegada al campamento minero los esperaba una recepción de bienvenida en el salón principal de las oficinas centrales.
Tras dos horas de ruta para llegar al campamento Pavel y Diana se encontraban un tanto ansiosos

La esposa del gerente tenia en sus manos una bandeja de plata hermosa, con unos dulces variados. Se les acercó y les dijo:- "Esto es para ustedes. Son unos dulces de la región que estoy segura nunca han probado. Se llaman mazapanes".
En ese momento Pavel, con el temperamento que lo caracteriza, soltó una fuerte carcajada. "Mazapanes, yo te voy a mostrar lo que son verdaderos mazapanes!" Abrió el bolso donde traía los biberones de los niños, y sacó la caja envuelta en el paño celeste que les había dado la abuela de Diana. "Estos son verdaderos mazapanes, originarios de Irznik-Turquía, pruebelos".
Los mineros quedaron deleitados con los mazapanes de la abuela. Pavel y su familia se convirtieron en los hijos predilectos de la mina. Años mas tarde él se convirtió en el jefe del departamento de geología de la compañía y ella, en la mujer más codiciada de Moquegua.
Hoy, casi 40 años después, los Kapek están jubilados y viven en una casa de campo en las afueras de Praga. Diana prepara mazapanes todos los domingos cuando sus nietos los vienen a visitar.
En ese momento Pavel, con el temperamento que lo caracteriza, soltó una fuerte carcajada. "Mazapanes, yo te voy a mostrar lo que son verdaderos mazapanes!" Abrió el bolso donde traía los biberones de los niños, y sacó la caja envuelta en el paño celeste que les había dado la abuela de Diana. "Estos son verdaderos mazapanes, originarios de Irznik-Turquía, pruebelos".
Los mineros quedaron deleitados con los mazapanes de la abuela. Pavel y su familia se convirtieron en los hijos predilectos de la mina. Años mas tarde él se convirtió en el jefe del departamento de geología de la compañía y ella, en la mujer más codiciada de Moquegua.
Hoy, casi 40 años después, los Kapek están jubilados y viven en una casa de campo en las afueras de Praga. Diana prepara mazapanes todos los domingos cuando sus nietos los vienen a visitar.
7 comentarios:
Mi abuela no hace mazapanes, hace merengues.
Minotauro y esto??? :/
Amiga confundida, me veo contestando el blog de confidencias de RPP. Cuentame tus dudas y tal vez te pueda ayudar.
Gacias por tus deseos Abraham Spak.
Apoyen a lapeluca votando en el link de la derecha!!!
En categoría : Grupales
Si pueden votar con cada cuenta de email que tengan, mucho mejor...
gracias pelucas
Quiero mazapan!
Ya vote por lapeluca de mis 4 cuentas :)
Somos fijos!! haha
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