
Por esas cosas de la vida, y de que Lima es una gran aldea, caminando por un parque me encontré con el mismísimo pintor. Obviamente lo reconocí, porque más allá del supuesto “trauma” que me generó la sobreexposición a una de sus obras cuando era un niño, me gusta mucho su pintura, en general toda su obra y lo admiro como artista. Además de pintor, Chávez es también un promotor del arte, con su Museo del Juguete y El Museo de Arte Moderno, ambos en Trujillo, su ciudad natal. Dos destinos pendientes que iré a visitar de todas maneras en marzo.
Él se veía medio despistado, como que estaba buscando una dirección. Yo me le acerqué y lo saludé (el Tunche es el que me inculcó la manía de ir saludando a gente conocida que no me conoce). – “Maestro Chávez, soy un gran admirador de su obra” – le dije. Obviamente no le comenté nada de mi “trauma”. Algo sorprendido, me dio un apretón de manos deseándome cordialmente un feliz año. En ese momento los segundos se alargaron. Su robusta mano envolvió la mía generando una energía nunca antes percibida. Pude sentir con gran claridad la rugosidad y gentileza de aquella mano robusta. Mano de artista, de pintor. Recibí toda su obra en ese apretón, como si mi palma hubiera sido un escáner que en tan solo pocos segundos pudo registrar años de experiencia, todo un bagaje de inmensos y coloridos cuadros guardados en mi disco duro. Sentí como si una corriente eléctrica atravesara todo mi cuerpo, transmitiendo toda su sabiduría de años de trayectoria artística. Un rayo eléctrico sanador. Después del saludo sentí una vibración en todo mi brazo que duró algunos minutos. Seguía sintiendo todo el peso de su brazo. El propio Maestro Gerardo Chávez, sin saberlo, me había resuelto el “trauma” generado años atrás por su lúgubre cuadro. Ha cogido el lienzo y ha pintado encima una nueva obra, transformando los animales diabólicos en seres más asequibles, más manejables. Ya no soy ese niño sentado frente al cuadro, silencioso, observador, espectador. El nuevo cuadro está lleno de color, con muchísimos matices, animales querendones y algunos monstruos agazapados y temerosos.
La mano de Chávez ha pintado un lienzo nuevo, yo ve me visto con él, y sigo caminando.

4 comentarios:
Doy fe del ¨grip¨ macizo y rugoso de dicho personaje.
Doy fe de la emoción del Mino en dicho encuentro (similar al mío solo que más intenso).
Un maestro el personaje.
:) nice one.
yo fui al museo del juguete. pero podria volver, camino al norte. on the road.
Como quien dice lo que cuenta es el camino y no el destino. En este caso, el museo del juguete, como destino, es el camino.
Su obra, su vida, su mano.
Espero que no se le rinda homenaje cuando ya no cintemos con sus encolchonadas manos.
bueno.
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