Iluso él, perdió la fuente de su poder sobrehumano, la peluca. Dalila un día la cambió por un cartón de cigarros, y así llego a nuestras manos, previa coima de ley. Yo (aka El Tunche) y mi hermano gemelo de distinta madre y padre (aka El Minotauro), contamos con la pelucadesansón, la cual nos adjudica el poder y derecho divino de criticar, joder y pastrulear a quemarropa. Tú! ven y hazte acreedor de alguna mecha de la peluca, poder infinito de opinar y divagar libremente. NO LO LEASSSSS

17.5.11

Recuerdo de mi futuro


Despierto temprano cuando todavía está oscuro. Me levanto de la cama cuidando de no despertar a mi esposa. Siento una rigidez tremenda  en las articulaciones está mañana, sobre todo en las manos. Cada día me cuesta más este proceso  -antes mecánico e intrascendente, hoy premeditado y fastidioso-. Creo que solo dormí cuatro horas. Me pongo mis guantes de lana y una chalina sobre mi pijama de polar. Camino el largo pasillo que me lleva a las escaleras, no sin antes ojear –como cada mañana- el mosaico de fotos en la pared; veo a mis hijos y a mis nietos, desde hace tres meses ya son nueve, veo las fotos de mis padres y mis hermanos. Ya llegando al primer escalón pienso que ese trayecto es casi siempre la mejor parte de mi día. Bajo un peldaño a la vez, concentrado en cada centímetro de madera -ya aprendí la lección luego de mi última caída-, en ese momento no existe nada más en el mundo que esos peldaños restantes. Recorro lo poco que me separa de la sala y me siento en mi trajinado sofá para leer los últimos capítulos del manuscrito de la tercera novela de mi hija menor. Me gusta. Es un policial de hadas. Pienso que de mi definitivamente solo heredó la boca y las cejas. Amanece y abro las cortinas. La misma garúa corrosiva que tanto me gusta se trasluce por el vidrio. Desayunó sin ganas y subo para una ducha. Me veo al espejo y no me reconozco; la piel está gastada, como cuero sin curtir. Esa arruga no la tenía ayer, o eso creo. El poco pelo que corona mi cabeza se olvidó de su intenso color para convertirse en un lanugo blanquecino. Mis orejas nunca fueron tan grandes-me digo-, la nariz si, pero no se asomaba una especie de cepillo por sus orificios. Me miro a los ojos, y me encuentro. Detrás del exceso de piel y de esos párpados caídos me veo; veo a la persona joven que alguna vez fui, con las ganas y sus miedos. Todas mis mañanas empiezan con resignación ante lo inevitable, sabiendo que el cuerpo se me va desgastando cada día, pero en ese momento de cada mañana en que me miro al espejo y me encuentro, me lleno de calma y sé que todo está bien.

2 comentarios:

Luciano. dijo...

¡Me gustó! Transmite muy efectivamente lo que en mí siempre ha sido un gran temor: la progresiva degeneración del cuerpo ante la impotente mirada de una mente todavía lúcida.

Pero no me malentiendas, si a esto le temo, le tengo terror al destino inverso.

Anónimo dijo...

Hermoso

Me muero de leer ese policial de hadas obra de tu tercera hija :)
pd: QUE LINDA SERA TU HIJA!!!!!!