Iluso él, perdió la fuente de su poder sobrehumano, la peluca. Dalila un día la cambió por un cartón de cigarros, y así llego a nuestras manos, previa coima de ley. Yo (aka El Tunche) y mi hermano gemelo de distinta madre y padre (aka El Minotauro), contamos con la pelucadesansón, la cual nos adjudica el poder y derecho divino de criticar, joder y pastrulear a quemarropa. Tú! ven y hazte acreedor de alguna mecha de la peluca, poder infinito de opinar y divagar libremente. NO LO LEASSSSS

31.3.09

Chiquilladas


Este es un comercial ganador de bronce en los Cannes Lions 2008 (el festival de publicidad más importante) y creo que cumplió su objetivo: sensibilizar a las personas para, en la medida de sus posibilidades, hacer algo por liberar a millones de niños explotados y devolverles la niñez que tanto necesitamos los seres humanos no solo durante la infancia, sino a lo largo de toda la vida.

Ya, nos hemos sensibilizado, muy lindo el comercial, bien hecho, impactante, y ahora con que se come?

Me parece importante no ser indiferente frente a temas que llaman nuestra atención y que además creemos poder hacer algo. Yo se que no puedo irme a China o a otros países asiáticos (donde se concentra la mayoría de niños explotados) pero tal vez si pueda hacer algo por los niños picapedreros de Carabayllo. O comenzar a comprar menos productos chinos y más productos de comercio justo. O desde esta tribuna comenzar a sensibilizar a más gente.

Vivimos en un mundo donde las injusticias y causas sobran, y si mostraríamos interés por todas ellas no nos alcanzaría el día. Hoy, por algún motivo, mis ojos se han abierto frente a la niñez. Y creo que la visión país debería estar enfocada de igual manera. Tal ven en el Perú no hay casos tan flagrantes de expoliación infantil, pero estoy seguro que la pobreza se encarga muchas veces de hacerlo parecer.


¿HACEMOS ALGO?

27.3.09

Pero mira que simple

Cuantas veces mi engreída y caprichosa memoria me ha jugado malas pasadas. Es como una quinceañera berrinchosa, hace lo que quiere, cuando quiere y donde quiere, y muchos de esos momentos en los que decide actuar pueden ser irónicamente los menos adecuados.

No pienso escribir de como considero que tengo una capacidad bastante desarrollada de captar información rápidamente y de como poseo la aun mas desarrollada aptitud de desechar dicha información como si fuera el vortex que se forma al sacar la tapa de la tina. Tampoco escribiré de la metafísica y escalofriante constelación de información inútil que logro retener y recordar ya que al parecer mi quinceañera berrinchosa ( memoria) constantemente se encuentra aquejada del Síndrome Premenstrual. La certeza que tengo de llegar por lo menos a la final del campeonato sudamericano (diria mundial pero no quiero sonar soberbio) de datos inútiles y anecdóticos (patético sería un sinónimo más tolerable) me consagra. Aquí la biblia de dicha pseudociencia (el estudio de conocimiento inútil).

En fin, ya estoy acostumbrado, y todo esto tan solo para poner (una vez más) una excusa de lo que viene a continuación.
Hace años, conversando con algún personaje de los que acostumbro conocer (97% de seguridad que fue un paciente, 3% de inseguridad que fue un paciente) me contó una cortita historia, de esas con moraleja, que normalmente me disgustan por lo obvias y sobre todo por los cliches y facilismos a las que recurren. Esta no se escapa (es hasta cierto punto obvia, cargada de cliches y facilismos) pero me gustó, tal vez en su simpleza radica el encanto. Bueno aquí va algo así como una adaptación personal porque mi quinceañera berrinchosa otra vez despertó.

Era un exitoso empresario de una gran ciudad, adicto al trabajo que vivía en un estado de protofelicidad. Tras unos meses de muchos estrés decide salir de la ciudad acompañado de su hijo para un viaje de pesca a un lago cercano.
Se equipan con las cañas de pescar último modelo, las mejores carnadas y la vestimenta precisa para la ocasión.
Tras unas horas de autopista llegan a un gran lago en las afueras de la ciudad, rodeado de vegetación y una que otra rústica casita.
Se ubican en la orilla del lago, acomodan la carnada en sus anzuelos, rebolean el cordel y al agua. Pasan unos minutos y aparece un hombre, de apariencia relajada, vestido con ropas bastante trajinadas ya. Se entabla una conversión cordial entre los hombres.
-¿Como le va?- dijo el empresario.
-Muy bien gracias- respondió.
-¿Vive aquí?- pregunto interesado el turista.
-Así es. Vivo aquí en esa casita de allá- respondió señalando una de las rusticas viviendas cercanas a la orilla.
Tras una breve conversión el hombre local comenta como el vive con su esposa e hijos en el campo hace muchos años y que se alimentan de lo que pesca a diario en el lago. Sin preocupaciones, sin presiones, sin lujos y sin conocer la palabra estrés.
Estuvieron una hora pescando, el turista y su hijo habían logrado sacar un par de peces minúsculos mientras que el hombre local iba ya por la docena de respetables espécimenes.
-Bueno me retiro, ya tengo suficiente pescado para toda la semana. Mucho gusto y que tengan suerte- se despidió. Pero antes de terminar de hablar el turista interrumpe -He notado la habilidad que tiene usted en estos menesteres. ¿No ha pensado en hacer un pequeño negocio con la pesca?
-¿A que se refiere?- pregunto el pescador. - Bueno, tal vez podría pescar un poco mas de peces y vender lo que le sobre. Así puede poco a poco ir juntando dinero y porque no, más adelante, podría hasta contratar a más personas para que trabajen para usted pescando, cosa que le daría aun más dinero y eventualmente hasta podría comprarse una barca para pescar en zonas más profundas, donde hay peces más grandes. Si le va bien con el tiempo podría comprar más embarcaciones y pescar en el océano inclusive, dejar la pesca artesanal, abrir una fábrica para procesar el pescado, conservas, enlatados y hasta harina de pescado. Obviamente todo esto le tomaría varios años, pero según mi experiencia en el mundo de los negocios veo que usted tiene un potencial increíble para hacer mucho dinero en este campo poco explotado por esta zona. ¿Qué le parece? ¿No le anima la idea?

El hombresito local permanecía parado con una mirada perdida, como la de un niño de 8 años en una clase de mecánica cuántica. Se tomó unos segundos, y con mucha extrañeza pregunto: ¿Y yo para que querría hacer todo eso?
El turista soltó instantáneamente una carcajada entre burlona e incrédula y con la sonrisa aun en el rostro que le pintaba una máscara de superioridad le respondió - ¿Como que para que querría usted hacer todo eso?! Para que después de unos años pueda venir a pescar tranquilamente con su hijo el fin de semana como lo hago yo!




23.3.09

La bata del padre

Llegué a mi cita con el Dr. Sam y la secretaria me dijo que había un paciente antes que yo y que esperara pacientemente. A los pocos minutos, salió del pequeño cuartito donde hay que pesarse antes de la cita un cura. Vestía un traje negro impecable, camisa negra, tirantes y su tradicional cuello blanco. Las secretarias muy amables y sonrientes, que lo saludaban con respeto y admiración, lo hicieron pasar al consultorio del doctor. Con un sutil gesto la Srta. me indica que puedo pasar a pesarme. Entro a un pequeño cambiador y veo ante mis ojos una bata colgada. Era una bata celeste, típica de hospital. Me pongo la diminuta bata, me peso en una de esas balanzas de médico. Vuelvo al pequeño cambiador y cuelgo la bata nuevamente en el único gancho que había. Me cambio, salgo y me siento a esperar que este padrecito que no me acordaba su nombre salga de su consulta para que yo pueda entrar a la mía. La espera duró sus buenos 30 minutos. En lo único que podía pensar era que por 30 segundos había compartido la misma bata que el curita del cual no me acordaba su nombre. Además se me hacía más curioso porque mi contacto con la iglesia y sus representantes es nulo, por lo que no se me podía ocurrir donde lo había visto antes. Solo suelo ir a iglesias par apreciar su grandeza arquitectónica y su valor artístico. Vitrales impresionantes. Olores de historia. Amplias bóvedas. Cultura. Sacré-Coeur, Sagrada Familia, Cristal Cathedral, St Patrick Cathedral, Santa Sophia. En fin, la lista es larga.

Por fin toca mi turno y entro a mi cita. Me moría de ganas de preguntarle al doc. cómo se llama su paciente anterior, pero no me dio la confianza. La cita transcurrió con normalidad. Duró 7 minutos. Salí, me despedí de las secretarias y tomé mi camino de regreso.

En la esquina me detuve en un kiosco a leer los titulares de los periódicos, las portadas. Deporte nacional, gorrearle a las kiosqueras las portadas de los diarios. Nos ganamos con el mejor resumen de noticias en unos pocos minutos, que google news ni nada. Pienso que si todos los congresistas practicaran este deporte podríamos gozar de un congreso alguito mejor.
Seguí mi camino ya bien informado pero todavía no podía acordarme el de donde diantres conocía al bendito cura.

Escucho una chicharra (si como la del chapulín colorado) y volteando la esquina veo un panadero con la tapa de su tremenda caja-triciclo abierta. El capataz de una construcción cercana y un huachimán de la cuadra recibían acariciando, con una servilleta insignificante, un alfajor y un turrón de miel respectivamente. Me acerco a la caja-triciclo y me deleito con un banquete de panes, empanadas, cornucopias de manjar, alfajores, milhojas, guargüeros y por si fuera poco unos chancayes de cagarse. Yo me comí el clásico alfajor (no le vayan a contar al Dr. Sam por favor).

Sigo caminando y vuelve a mi mente la imagen del padrecito, pero sin poder acordarme de su nombre ni de donde lo conocía.

Cruzo la reja para entrar a un parque y veo todo el gras cubierto de un manto de flores amarillas. Sí, las mismas que quedan pegajosas en las veredas y pistas. Ya descubrí como se llaman eso arboles de donde brotan las flores. Tipuanas o Tipas. Son originarios de Argentina pero se encuentran en varios distritos de la capital.

Llego a la puerta de mi departamento y ni el aire freso del parque, ni unos niños jugando, ni unos perros saltando logran inspírame para acordarme del nombre del célibe.

Finalmente entro a mi casa y me siento a ver un rato tele. Paso zapeando y me tropiezo con el canal 11. Lo veo al hermanón (ya venido a menos, algo patético y decadente) hablando de la familia y del play station. De pronto algo inesperado sucede, aparece la cara del cura. Sí, era él, el mismo con el que había compartido bata hace unos minutos. Estaba conversando con el colorado en un programa que se llama A corazón abierto, en el que hablan de la crisis de la familia y hacen interpretaciones eclesiásticas de la vida, la ética y la sociedad. Por fin pude descifrar el enigma de donde lo conocía. Ya luego de un rato de ver el programa, sale una viñeta en la parte inferior izquierda de la pantalla con el nombre del curita que me termina por descifrar el misterio.

Me había puesto la bata del padre Gambeta. Guillermo Oviedo Gambeta.

Hasta el día de hoy sigo viendo ese programa. Más por morbo que por otra cosa. Me parece deprimente pero aun así me gusta verlo. Me entretiene, me divierte. Soy un fiel televidente. Y al parecer no soy el único, ya que si bien no hay un rating que certifique la audiencia del programa, tengo la esperanza de mucha gente sea igual fan que yo.

Alabado sea!

19.3.09

El color del silencio

Me pregunto si siempre hemos sido tan poco observadores. No lo tengo claro. ¿Será que nuestros sentidos son tan solo ornamentos corporales?
Segundo a segundo vivimos bombardeados por estímulos de toda clase. Nuestros sentidos no descansan, hasta el punto de ver sabores, oler colores y tocar imágenes. El problema aparece cuando uno tiene dificultad para establecer prioridades, porque como en todo, uno tiene que saber seleccionar a que estímulo le prestará atención, porque si no se logra tamizarlos, el mundo se convierte automaticamente en un campo de guerra alumbrado por neón, nuestros frágiles cerebros colapsan agotados y calcinados.
Lo que creo ocurre es que en estos tiempos de sobrexitación sensorial (la verdadera droga) es que aun no hemos aprendido a filtrar lo que realmente vale, solo somos como perros de carreras persiguiendo desesperadamente al conejito de madera alrededor de la pista. La perspectiva esta transtornada, los niños con sus desordenes de atención, los adultos compran todo lo necesario para darse cuenta que lo que necesitan no esta en venta y que lo que seguirán comprando tampoco será necesario, y en ese trance morimos. Nuestros sentido se están desensibilizando, suena irónico pero es cierto. El exceso de estímulos en nuestro ambiente paradojicamente los duerme. Imagínate que desde el instante en que naces oyes un zumbido en tus orejas que nunca se va, vive contigo, te acompaña hasta en tus sueños. Ese zumbido eventualmente se convierte en silencio. Así vivimos, rodeados de zumbidos (generalizo el oido al resto de los sentidos) que se convierten eventualmente en un silencio espantoso. La sombra de las sensaciones es lo que percibimos como realidad. Nuestro ojos cegados por tanta luz, nuestras narices atiborradas de aromas innecesarios, los oidos silenciados por el barullo, lenguas anestesiadas entre agridulces y picores artificiales, la piel irritada por nuestra necedad.
Cuanto perdemos por esta insaciable necesidad de engullir lo que se cruza, de adueñarnos, de coleccionar.
Les cuento un experimento realizado hace un tiempo en Washington, muy descriptivo:
En una fría mañana de Enero un hombre se paró en una estación de tren en Washington DC y empezó a tocar su violín. Toco seis piezas de Bach durante 45 minutos. En ese tiempo se calculo que mil personas cruzaron al frente del hombre ya que era hora pico, la mayoría de ellos iba rumbo al trabajo. Pasaron 3 minutos para que un hombre note al músico tocando, sobreparó unos segundos y siguió su rumbo. Un minuto después recibió su primera propina, una mujer le arrojo un dolar sin detenerse. Un niño de 3 años fue el que le prestó la mayor atención (recuerden que pasaron 1000 personas). Al notar que el niño se había detenido frente al hombre, la madre le dio un tirón en el brazo y lo obligó a seguir caminando. Esta acción se repitió con varios niños más. Todos los padres, sin excepción los forzaron a seguir el rumbo. En los 45 minutos que el músico tocó solamente 6 personas se detuvieron y lo escucharon por un momento. 20 personas le dieron dinero pero siguieron caminando al ritmo habitual. El junto 32$. Cuando dejó de tocar su instrumento, el silencio se hizo protagonista, nadie lo notó, nadie aplaudió ni hubo algún signo de reconocimiento.
Nadie supo que el violinista era JOSHUA BELL, uno de los mejores músicos en todo el mundo. Él tocó una de las piezas mas intrincadas y complejas jamas escritas, con un violín valorado en 3.5 millones de dolares. Dos días después de tocar en el metro, Joshua Bell tocó en un teatro de Boston a un costo promedio de 200$ por entrada (todas las entradas vendidas 3 horas después de salir a la venta).
Este experimento fue organizado por el Washington Post como parte de un estudio social acerca de la percepción, gustos y prioridades de la gente. Los objetivos eran evaluar si en un lugar publico a una hora inapropiada ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un lugar inesperado?
Si no tenemos un momento para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos del planeta tocando en nuestras narices la música mas increíble jamas escrita, ¿Cuantas otras cosas más nos estaremos perdiendo?
Aquí el video del experimento (si te interesa el articulo original, haz click aquí).



Afilemos nuestros sentidos para detectar lo que realmente es importante, dejemos de actuar siguiendo modas y tendencias, abre los ojos, escucha, siente y no te dejes anestesiar.

AMEN

15.3.09

Cincuenta y dos ochenta

El dedo indicador de una jovencita de verde con casco blanco y perlas como aretes me señala y hace que detenga el carro a un costado. ¿Cuál es el problema? Ud. ha cometido la infracción A2. A ya muy bien, y cual será esa infracción. Cuando me la dijo no lo podía creer, estaba realmente sorprendido. Me acusaban de no poner mi luz direccional para ingresar al carril auxiliar donde se encontraba parada, estratégicamente, esta tombita dispuesta a empapelar por doquier a todo conductor ingenuo que por allí pasase. Yo no entendía muy bien lo que pasaba. No sabía que el acto que había cometido, o mas bien que no había cometido era una infracción, y menos que la policía realmente pone multas por no poner la luz direccional. Ni siquiera atiné a reclamar, me parecía demasiado absurdo todo el tema. No reclamé y acepté con dignidad una multa que consideraba injusta pero que estaba seguro me iba a servir algún día para escribir este post. Lo que sí, me aseguré que la susodicha escriba de su puño y letra la descripción de la infracción A2 para poder compartirla con la gente y que me crean. Tengo el orgullo de formar parte de un exclusivo grupo de personas que nos hemos hecho acreedores del galardón. No creo que haya más de dos o tres con tal distinción. S/.35.00

Una madrugada me pase una luz roja, ya estaba por cambiar a verde y ya había visto que no venían carros (a mi juicio fui bastante prudente en esta infracción). No me di cuenta y tenia un patrullero en el espejo retrovisor. Tocó su sirena e inmediatamente orillé el carro. Se bajó el oficial y me hizo todo el show. Me pidió mis documentos, se regresó al patrullero, volvió su compañero, me mostró su libreta del reglamento de tránsito, retención de brevete, multasa, retención del vehículo y todas las artimañas para allanar el camino a una jugosa coima. Yo reconocí la infracción (ya era muy conchudo si no). Después de una larga conversación me dejó ir, no sin antes pedirme una colaboración. S/.14.00

Martes medio día, salgo de un grifo y en una maniobra un tanto dudosa dos motorizados me paran. Ellos aducían que yo había dado vuelta en “U” donde estaba prohíbo. Para mí y según las leyes de la física lo que había hecho era un giro a la izquierda. Esta vez no me la hacen. De frente lo agarré al tombo con la guardia baja y empecé a atolondrar. Le conté de mis últimas experiencias con la policía y le desenmascaré sus ansias de pedirme coima. El me pidió que aunque sea le reconozca su almuerzo. Yo le ofrecí una moneda falsa de 5 soles que no me aceptó. Finalmente decidí darle una propina (coima o colaboración, da lo mismo) pero como no tenia cambio entré a un establecimiento a romper un billete (para poder romperle la mano al tombo). Cuando salí ya no había motos ni nada. Me ahorré unos cuantos soles. Seguro que por allí pasó una combi asesina y se fueron a perseguirla. S/.0.00

Lunes 7 de la noche, cruce de Faucette con la Argentina. Doblo a la derecha con el semáforo en rojo (allí hay una auxiliar, que si se aplica el sentido común estoy seguro que eso no es infracción). Un policía del escuadrón de emergencia se para en la mitad de la pista y hace que me haga a un lado. El mismo show de siempre, ese floro barato de que ya te fregaste. Que es todo un trámite, que te vas a demorar, retención, etc. Esa es la lógica de: pucha para que te vas a complicar la vida, mejor simplificamos el procedimiento y lo solucionamos acá nomas. Pero finalmente este tombo fue más conchudo. Me confesó que él no podía poner papeletas por que no era de transito, así que me pidió de frente una colaboración o si no me tendría que llevar a una comisaría a que me pongan la multa. Yo estaba muy apurado y además esa zona como que no me daba mucha confianza, inclusive con el policía a mi costado. S/.3.80

El semáforo se pone ámbar y para evitar pasarme la luz roja paro el carro. Por esas cosas de la física las llantas delanteras pisan el paso de cebra (las líneas blancas para los peatones). Escucho un pito pero me hago el cojudo. Se acerca el policía y me toca la luna. Me indica que he cometido una infracción y me dice que me ponga a un costado. De verdad que yo miraba a mis costados buscando la cámara escondida. Ya me daba risa. Entrego mis documentos. El mismo show de siempre (ya me canse del copy paste, increíble como saben hacer teatro estos condenados). Estuvo como 10 minutos escribiendo, cuando yo pensaba que por fin me iba a poner la multa, me dice que no me la iba a poner. Aliviado pero sorprendido le pregunto por qué. Me dice que se le ha terminado su talonario. Alucinante, decadencia total. Ironías de la vida, la primera vez que fui a sacar brevete me jalaron por pisar el paso de cebra. S/.0.00

¿Me creerían si les dijera que todos estos episodios me pasaron en el lapso de una semana?
A la policía se la respeta. Vida que cuida tu vida.

9.3.09

Life aquatic














Los hombres (hablando como género) se pueden categorizar y etiquetar con algunas variables dicotómicas. Estas variables, según mi no tan humilde opinión, son infalibles en esta tarea separacionista ya que considero que no hay hombre que sea incapaz de alinearse en alguna de ellas o las vea con extrañeza. Como ejemplo claro de estas variables están:
-Hombre deportista versus hombre sedentario.
-Hombre admirador de prominencias femeninas en zonas bajas del cuerpo versus zonas algo más altas.
-Hombre de mar versus hombre de tierra firme (con alguna posibilidad de una tercera que sería la de hombre de aire pero me malograría la idea así que dejémoslo afuera).

Yo, el Tunche, me clasifico como: Hombre deportista admirador de prominencias femeninas en zonas bajas del cuerpo y adorador del mar. Nunca más clara mi identidad, no hay nada más específico en mi que esa definición.
Ahora bien, este sucinto preámbulo (o delicioso entremés) no es más que una excusa mía para contarles sobre dos experiencias personales basadas en mi relación con el mar. Trataré de darle infinitamente más énfasis a la historia en que me retiro como un adalid/héroe/genioyfigura/protector/superheroe que a la otra (una de muchas lamentablemente) en que me convertí en víctima/sonsoalegre/llorón.

Historia número A
Me remonto a cuando era tan solo un pequeño Tunchecito de nueve años. Me encontraba en la playa de frecuente veraneo familiar que como particularidad tenía que en momentos de marea baja era posible cruzar caminando desde la orilla hacia una isla cercana con el agua llegando tan solo hasta los tobillos. Era toda una aventura ese islote. Un parque de diversiones infantil para los futuros acuamanes y toyomanes.
Una tarde, decidimos ir al parque de diversiones acuático, bajo la guía del Tunche mayor la comitiva era conformada por un primo (13 años), su amigo (13 años) mi hermano menor ¨Little Tunche¨ o Chuncho (usted elija el nickname) y un servidor.
Tras una tarde de risas y chapuzones decidimos volver. Al emprender el camino de retorno notamos con algo de suspicacia que el agua ya no nos llegaba a los tobillos, sino bastante más arriba. El Tunche mayor ordenó acelerar el paso ya que las condiciones se estaban poniendo en contra nuestra. De un momento a otro me vi nadando (ya sin tocar piso) al fondo de la fila india que se formó espontáneamente y en orden descendente de acuerdo a las capacidades en estilo libre y mariposa, yo aún no perfeccionaba el estilo perrito (a pesar de haber llegado eventualmente a la piscina 4 de Walter Ledgard). El Tunche mayor, como es obvio, había tomado al Little Tunche para ponerlo en zona segura con la intención de volver por mí. Yo seguía luchando contra las olas que poco a poco me impulsaban contra las puntiagudas y filosas rocas que se encontraban a mi derecha. Luchaba como un muymuy contra la corriente del rio Rimac. Hizo su aparición el pánico consumiendo mis pocas energías restantes. Me dí cuenta que pasaba más tiempo debajo del agua que en la superficie lo cual no me dió buena espina (chico inteligente desde niño...), aparecieron los flashbacks de mi aún no muy fructífera vida (eso no es verdad, pero en historias cercanas a la muerte es necesario hablar de los flashbacks, pero repito, no vi nada, solo agua espumosa y rocas esperando ansiosas de recibir mi prominente cabeza).
Cuando ya me estaba despidiendo del mundo (un toque más de drama siempre es importante) y empezaba mi camino hacia el fondo del vasto océano Pacífico como una piedra, sentí una mano (divina?) que de un solo tirón me saco del fondo y me hizo ver la luz del sol nuevamente. Era el amigo de mi primo, disfrazado de Mitch Buccanon, que sintió el impulso de salvar a este joven narrador y ponerlo a buen recaudo.
Gracias ¨Mono Blanco¨ te debo una.

Historia número B
Hace un par de años me encontraba en la playa de frecuente veraneo de la familia de quien era mi enamorada en la época y como todos los días soleados decidimos (ella decidió, soy hombre...) que era momento de entrar a acariciar el mar. En el corto trayecto que nos separaba de la orilla nos encontramos con una amiga que no veíamos hace mucho. Hagan la suma. Se inició una conversación de actualización entre ambas féminas con potencial de durar un par de veranos enteros. Estábamos sin exagerar a 738 grados centígrados y con el agua a temperatura ideal coqueteando con mis pies por lo que decidí adelantarme a mi novia.
Estuve unos 15 minutos corriendo olas ¨a pechito¨ sin darme cuenta bastante alejado de la orilla. Cuando de un momento a otro escucho los gritos, bastante lejanos de alguna angustiada garganta. Volteo hacia la izquierda y como a 20 metros de mí veo a un hombre gritando y señalando hacía adentro entre las olas. (Aquí viene la parte de la historia en que todos tienen que decir Ohhhhhh, que tal héroe, eres lo máximo y todos las calificativos gloriosos que deseen) Inmediatamente entendí lo que ocurría (de nuevo, chico inteligente...) y sin pensarlo me enrumbe en el mejor estilo Michael Phelps (aunque no creo que el nade estilo perrito no?, en fin) hacia donde estaba esta figura en peligro. Nade y nade hasta que llegue a donde estaba este tipo, mucho mas pesado que yo y presa del pánico.El era incapaz de hilar una oración y yo ya me encontraba agotado físicamente (pero no mentalmente, así somos los héroes). Una vez que llegue a calmarlo, instintivamente se prendió de mi cuello impulsando todo su peso sobre mi cuerpo. Fueron unos 15 segundos que luchamos, yo para mantener el control y la calma y él para sobrevivir. Cuando me tragando mas agua de lo deseado procedí a estamparle un fuerte golpe en la cara cosa que lo tranquilizó demasiado para mi gusto en ese momento (me excedí supongo, si sangre en su nariz seguro que me excedí). Lo que vino después fue un drama para mí. Trataba de llevarlo hacia la orilla pero las corrientes y las olas no ayudaban en el proceso. Calculo unos 10 minutos de lucha y ningún Baywatch peruano se asomaba, solo veía un tumulto de gente en la orilla gritándome. Asumí que no quedaba otra más que seguir luchando. Para hacerla corta, al borde del colapso físico (mental nunca! así somos los héroes) logré sacarlo/me del caprichoso y vengativo mar.
Salí del mar, me senté en la orilla extenuado y súbitamente oigo aplausos de gente desconocida y abrazos que supongo eran de conocidos de la víctima. Recuperé el aliento, me levanté y enrumbé hacia donde se encontraba mi novia aún charlando amenamente con su amiga sin haberse percatado de lo acontecido. Me preguntó risueñamente donde estaba. Solo le respondí: ¨Bañándome en el mar¨.

ASÍ SOMOS LOS HÉROES!!

Bueno, luego de este autobombo, demostración de carencias y de baja autoestima por parte de mi persona les dejo el trailer de una de mis películas favoritas ¨Life Aquatic¨ del genio Wes Anderson.


4.3.09

Cayó en Cayara

Esta historia comienza en Frankfurt, cuando el doctor Jürgen Brasslauther toma un avión de la aerolínea Lufthansa con destino a Lima. En el aeropuerto Jorge Chávez lo esperaba una camioneta rural que lo llevaría a Cayara, provincia de Víctor Fajardo en el departamento de Ayacucho.

Durante el largo camino el Dr. se la pasó revisando algunos papeles, llenando ciertos formularios y leyendo un libro de mitología griega que le había regalado una enfermera en una de sus visitas a La Habana.
Casi llegando a Ayacucho, Jague (como solían llamarlo) logró pegar los ojos y descansar un poco del largo viaje. Todavía quedaban algunas horas de trocha antes de llegar y cada minuto de sueño iba a ser muy valioso.

Jague era consciente que llegaba a una zona convulsionada por el terrorismo de Sendero Luminoso. Sin embargo su vocación y su experiencia en otras zonas de conflicto lo motivaban aun más para desempeñar su trabajo.

En la Posta Médica de Cayara lo esperaban un doctor local y una enfermera, que además también hacia las labores administrativas. Para bajar el equipaje se acercaron dos jóvenes del pueblo, ya que Jague traía consigo un cargamento surtido de fármacos y equipos de diagnostico para apoyar además a los pueblos contiguos de Erusco y Moyopampa.

Uno de los jóvenes mencionó algo sobre la emboscada sufrida por una patrulla del ejército, en la que murieron un capitán, un sargento y dos cabos. Jague no le prestó mucha importancia al tema, para él era de esperar que cosas como esta sucedan, sin embargo no pudo evitar sentir un leve cosquilleo en la boca del estomago.

Luego de instalarse en una pequeña habitación y de instalar los equipos que había traído, recibió un llamado de la enfermera. Ya estaba listo el almuerzo. Un chupe de papa y quinua bien caliente, un pedazo de pan serrano y una infusión de muña y coca. Más de 3200 metros de altitud en una alemán, aunque mida un metro noventa, no es broma. Era necesaria una siesta después de comer. La tarde estuvo tranquila.

La noche cayó y la luna nueva hacía que la obscuridad se apodere del paisaje. Pasada la medianoche se sintieron entrar varios camiones a la plaza principal. La marcha de por lo menos dos cientos soldados se confundían con el sonido de la lluvia que había comenzado a caer. Se escuchaban algunas ráfagas de metralla que hacían eco con la humedad del ambiente. Jague estaba levantado y la visión que tenía desde la posta era limitada. Solo era capaz de oír cierto barullo sin poder identificar exactamente de qué se trataba. Estaba claro que no se trataba de la celebración de una fiesta patronal. Los cosquilleos en el estomago se hicieron presentes nuevamente, esta vez ya no pasaron desapercibidos. El miedo y la incertidumbre se habían apoderado del doctor bávaro. Sabía que por su condición, y encontrándose guarecido en la posta su vida no corría tanto peligro. Lo que sí, estaba seguro que pronto iría a tener un aluvión de pacientes, probablemente con heridas graves producto de la masacre que estaba ocurriendo afuera en la plaza.

Transcurridas algunas horas llegaron los primeros cuerpos, ¿Campesinos o Senderistas?. Los ubicaron en las dos mesas quirúrgicas con que contaban y a simple vista parecían mas bien campesinos indefensos. Cráneos partidos, miembros mutilados, perforaciones de bala, mucha sangre. Contradictoriamente para el Dr. Jürgen Brasslauther estas personas no representaban trabajo alguno. No había nada que curar. La Posta Médica de Cayara se había convertido oficialmente en una morgue. Más cuerpos iban llegando y eran ordenados a un costado bajo un techito de paja. El panorama era bastante grave, casi una veintena de cadáveres. No era momento de hacerse preguntas, simplemente cumplir con la tarea de organizar a los muertos para que una vez calmadas las aguas se les pueda dar la sepultura que corresponda.

Cuando Jague pensaba que había pasado el temblor, escucha el grito desconsolado de la enfermera. DOCTOOOORRRR!!!!! Uno de los muertos estaba vivo. Costó reconocer de donde provenían unos quejidos incipientes. El Doc se acercó al cuerpo de Casimiro Tipacti. Su pulso era casi imperceptible. Había perdido mucha sangre. Tenía un tajo de machete en el hombro. La pelvis fracturada. Un pulmón perforado. Las opciones de vida del pobre Casimiro eran escasas inclusive en la mejor clínica de lima.

No quedaban muchas opciones. Dejarlo morir con un sufrimiento horroroso que podría durar quien sabe cuánto o actuar. Ante la desesperación y el desconcierto, decidió darle una muerte digna. Quizás lo mas fácil hubiera sido terminar tanto dolor de un machetazo, pero el doctor prefirió los utilizar los métodos kevorkianos. Él mismo fue corriendo a su gabinete. Sacó una hipodérmica, un barbitúrico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio. Se acercó nuevamente al cuerpo de don Casimiro, y le aplicó directamente a la aorta cada uno de los tres químicos mencionados en ese mismo orden.

Fue probablemente la muerta más digna de todos los pobladores caídos en Cayara.

Esa mañana, luego de hacer un poco de orden y de que los militares tomen el control de la población, Jague se regresó a Lima. Pasó dos días en la capital mientras hacia los arreglos para retornar a su país.

Se supo que Jague murió 5 años después por un suicidio asistido, luego de una lucha feroz contra una enfermedad terminal.


“Este es un relato libre de un hecho real. Me parece oportuno en épocas donde la dirigencia política prefiere olvidar, tal vez para que no se recuerde su responsabilidad en esta y en otras tantas matanzas injustas que ocurrieron en nuestro país en los años en que el terrorismo se inmiscuyó en nuestras vidas.
Coincidentemente es la patria de Jague quien ahora se ofrece a hacernos recordar a todos los peruanos de lo importante que es nunca olvidar las desgracias del pasado, para que estas nunca más se vuelvan a repetir. Espero que el Perú, dejando de lado la politiquería, pueda contar con el Museo de la Memoria, mucha falta que nos hace”