Iluso él, perdió la fuente de su poder sobrehumano, la peluca. Dalila un día la cambió por un cartón de cigarros, y así llego a nuestras manos, previa coima de ley. Yo (aka El Tunche) y mi hermano gemelo de distinta madre y padre (aka El Minotauro), contamos con la pelucadesansón, la cual nos adjudica el poder y derecho divino de criticar, joder y pastrulear a quemarropa. Tú! ven y hazte acreedor de alguna mecha de la peluca, poder infinito de opinar y divagar libremente. NO LO LEASSSSS

4.2.10

La teoría de los 7 carriles

El sábado pasado por fin salió el sol. Después de algunas semanas de indecisión de nuestro supremo Inti, empezó el día preciso para tirar un playazo. Luego de algunas tediosas pero necesarias coordinaciones nos trepamos todos al carro y enrumbamos al sur chico. Obviamente mi camino no iba a ser por abajo (la costa verde) porque uno de los ocupantes del vehículo me comentó que hay mucho tráfico, así que me dispuse a bordear todo el litoral magdaleño, sanisidrino, miraflorino, barranquino y chorrillano por arriba. Todo bien hasta allí. El día seguía soleado y todos muy ansiosos por extender nuestras toallas sobre la arena. Hasta que llegamos a la avenida Huaylas. Allí comenzó el calvario. Un semáforo en rojo cada cuadra. La ola roja que le dicen. Es el plan maestro del alcalde de chorrillos (Miyashiro, un caserito de este blog), el mismo que es fanático de las gigantografías y de alinear sus patrulleros y camiones basureros en el carril izquierdo de su emblemática avenida Huaylas. Aparte de soportar a los semáforos uno tiene que aguantarse los buses y las combis y los taxis, que se detienen a cargar pasajeros en el carril derecho, para después pasarse al carril izquierdo y doblar a la izquierda, haciendo que tu luz verde se reduzca a tan solo unas pocas milésimas de segundo. Por mas de que la avenida sea de 3 carriles, siempre están los “vivos” que se meten entre los carros, creyendo que así llegaran a su destino más rápido, cuando lo único que hacen es atorar más el trafico y contribuir con el caos. Más adelante una mega construcción exige que sus camiones de cemento esperen pacientemente ocupando todo un carril, mientras que los baches por otro lado no te dejan avanzar, sin menospreciar a los rompemuelles, que de cuando en cuando te saludan serios con un semblante bastante malhumorado. Unos metros más allá te topas con otra gran gigantografía anunciándote que allí se está construyendo una plaza con juegos de agua, para lo que se están comiendo otro carril más, y además el alcalde tiene la concha de pedirte tu comprensión porque se trata de una obra que contribuirá a mejorar la imagen del distrito. Lo que no te dice el alcalde en su inmenso panel es que esa obra ya lleva en construcción más de un año (desde el verano pasado por lo menos) y todavía no parece estar ni cerca de ser terminada. Debería haber un cartel grandote que diga: -“¿Alguien me ayuda a terminar esta obra? porque me he atracado y no tengo ni la más puta idea de cómo hacerlo, en otras palabras son un inepto incapaz de construir una pileta de mierda que escupa agua y tenga un par de focos de colores”. Cruzas el puente y la avenida Huaylas se abre en siete carriles. Esto en vez de aliviar el tráfico genera más caos todavía. Los triciclos, las mototaxis, las combis, los carros y los enatrus, pugnan por coger la mejor ubicación a toda costa. No importa quién está dónde, lo que importa es que YO llegue primero al semáforo. Es como cuando abren un parque de diversiones y todos entran corriendo para agarrar el primer asiento de la montaña rusa. Es la ley de la selva, el carro más viejo, más grande y más oxidado, que no le importa chocar o que lo choquen, es el que gana. Nadie respeta ninguna de las leyes de tránsito, quizá porque no las conocen, pero aun así no las respetarían. El civismo se quedó en 5to de primaria. La ciudadanía está bien cómoda en los libros de sociología. Yo debo confesarme como alguien que suele respetar las normas básicas de transito (aunque mis detractores piensen lo contrario). Le doy preferencia al peatón, no me paso las luces rojas, uso las direccionales, respeto los carriles y las velocidades, no manejo borracho. Pero en la Huaylas es imposible. Me contagio del salvajismo y me mimetizo con el entorno convirtiéndome en un “inciudadano” más. Tan es así que ese sábado, no le cedí el paso a una pobre viejita que cruzaba correctamente por la cebra, acelerando para aplacar mi ansiedad de llegar lo antes posible a la playita. Se propaga tan fácilmente la indecencia que da miedo. Se convierte en un círculo vicioso y contagioso del mal en cuyas garras he sucumbido. Estoy seguro que John Nash podría hacer una teoría sobre los 7 carriles y describir el accionar del limeño o peruano promedio frente a esta situación. Planteando quien sabe una ingeniosa solución acertada que si es que cada quien va por su carril, a tal velocidad, respetando todo, todos llegaría a su destino en la cuarta parte del tiempo y con 3 veces menos estrés post tráfico. Elemental. De igual manera el Hombre que Calculaba plantearía una soluciona similar como la de reducir los 7 carriles a solamente 4 y de tal manera maximizar las conjunciones y obtener también mejores resultados en tiempos y estrés. Después de todas las peripecias por fin llegamos a los pantanos de villa, donde allí por suerte el tráfico se libera. Habíamos recorrido 5.1km (desde el malecón de chorrillos hasta los pantanos de villa) llevando un crono de 1 hora. Así como lo oyen, habíamos ido a una velocidad promedio de 5km/h. La misma velocidad del caminar de un ser humano promedio. Y todo gracias a la ineptitud de algunos alcaldes, la inoperancia de la policía de tránsito, y la idiosincrasia del peruano atolondrado. Después de esa hora ya me había olvidado a donde estaba yendo, podría haber dado media vuelta y tranquilamente regresar a mi casa. Por suerte el camino estuvo amenizado por el Death Magnetic de Metallica (ya convertido en fan confeso del grupo) y nos permitió relajarnos y olvidarnos un poco de lo que pasaba más allá de las 4 puertas.

Al margen del último escollo que tuvimos que atravesar (a otro alcalde se le ocurrió poner un rompemuelles para “caterpilars” en el accesos a todas las playas de la salida a de punta hermosa, lo que hace que se arme una larga fila de carros, que nos aumentó en por lo menos 15 minutos extras la travesía de una hora y cuarenta que en total nos demoró para llegar a la playa) fue un día pleno: Sol, Arena, mar turquesa, buenos culos, buenos bikinis, relax, un buen bronce y aire puro.

Acápite: me aunó al éxito personal de Claudia Llosa, Magaly Solier y todo el equipo de la Teta Asustada y los felicito por ese logro personal producto de sus ganas y esfuerzo. No se confundan, no es un premio para el Perú, que lo máximo que hemos hecho los peruanos por esa película es aportar nuestra desigualdad y retraso social y cultural que sirvieron como inspiración para el guion. Elevo una plegaria para que del billón de personas que vean el Oscar, aquellos que les entre el bichito de venir a visitar este excéntrico y alejado país sudamericano, no se les ocurra ni por un segundo intentar siquiera transitar por la avenida Huaylas, y ojala que para ese entonces el tren a Machu Picchu ya este restablecido. Bienvenidos Todos.

2 comentarios:

Chorrillano dijo...

Tines toda la razon Mino. Ese Miyahiro merece la Horca, es un tremendo animal.

Anónimo dijo...

Y lo peor es que pronto empieza la mierda electorera.ajjjj